What's up? (¿Qué hay de nuevo?), ese es el origen de una de las palabras más pronunciadas de hoy en día.
Estoy segura que a casi nadie os sonará desconocido este término que se ha ido introduciendo en nuestras vidas y será difícil que desaparezca de ellas.
La empresa WhatsApp fue fundada en 2009 por Brian Acton y Jan Koum, ambos veteranos de Yahoo! y con sede en Santa Clara, California.
WhatsApp es "una aplicación de mensajería multiplataforma que permite enviar y recibir mensajes ilimitados mediante Internet de forma instantánea, sustituyendo a los servicios tradicionales de mensajes cortos o sistema de mensajería multimedia. Además de aprovechar la mensajería básica, los usuarios pueden crear grupos y enviar entre ellos un número también ilimitado de imágenes, vídeos y mensajes de audio, y contactos y ubicación".
Esta aplicación está disponible en smartphones (IOS, Android, Windows Phone, Blackberry, etc), manejando unos 13 billones de mensajes al día, con un clarísimo éxito por su simplicidad y facilidad de uso, y por supuesto por su gratuidad.
WhatsApp ofrece una serie de ventajas pero también posee un poder adictivo alto.
El uso puede devenir en adicción. Y la adicción, en ansiedad.
Un estudio publicado por la Universidad de Worcester y presentado en la Sociedad Británica de Psicología se centraba en lo que podría denominarse el "síndrome de la vibración fantasma", y cualquier aplicación que envíe mensajes de manera instantánea como WhatsApp puede contribuir a este efecto.
El estudio trataba de explicar un fenómeno que a muchos le resultará familiar: ¿quién no ha sentido alguna vez una vibración en su bolsillo cuando, en realidad, nadie les ha llamado?
Esto podría ocurrir debido a la espera de recibir un mensaje, pero también ante una necesidad obsesiva de mirar el teléfono o incluso un efecto biológico, una manifestación física del pensamiento psicológico mediante la cual los músculos que están en contacto con el teléfono sufren un espasmo.
Así, esa sensación de la vibración fantasma no dejaría de ser un síntoma del síndrome de abstinencia, de obsesión y de miedo a perder el control. Y es que, como puede ocurrir con el alcohol, hay quien hace un uso controlado de estas tecnologías.
Sin embargo, existe una barrera peligrosa que no debe traspasarse: aumentar cada vez más el tiempo que se invierte en el móvil para tener más satisfacción.
Aquí os dejo un enlace para más información:
http://www.teinteresa.es/tecno/internet/WhatsApp-adiccion-droga-expertos-psicologos_0_818920520.html
Y también un vídeo para reflejar cómo el WhatsApp puede deteriorar las relaciones:
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