lunes, 11 de noviembre de 2013

El chupete de la mente: la televisión

La televisión es el invento de John Logie Baird que más dramáticamente ha cambiado nuestros hábitos. Antes  el hábito común para matar el tiempo era principalmente la literatura y otras actividades.
Luego de una larga jornada de trabajo o de estudio, actualmente lo que la gran mayoría de las personas desean es poder llegar a sus casas, quitarse los zapatos y sentarse a ver  la televisión mientras comen y toman un refresco.
La televisión ejerce la atracción enfermiza sobre cualquier persona, confesémoslo. ¿Cuántos de nosotros podemos evitar mirar una pantalla aunque estemos inmersos en una entretenida conversación o lectura? La pantalla transmite un misterioso magnetismo, que nos obliga a dirigir nuestros ojos en esa misma dirección.
Pero, ¿por qué genera adicción la televisión? Pues bien, la televisión puede enseñar y divertir, y es posible que facilite distracción y escapeLa dificultad llega cuando la gente tiene un fuerte sentimiento de que no debería ver tanta TV como hacen. El 10% de los adultos se denominan, a sí mismos, adictos televisivos. Como la droga, cuantas más horas se pasen frente al aparato, menor satisfacción se logra con ello.

Las personas más susceptibles de sufrir esta adicción son los sujetos de carácter inestable, carentes de iniciativa, los que se sienten solos o poco realizados, los enfermos depresivos y las personas impulsivas con dificultad de autocontrol. 
Los niños en edad escolar son los que con mayor facilidad se vuelven adictos a la televisión, debido a un abuso de la pantalla no controlado por los adultos.

                                                            
El estado de placer producido por observar durante horas consecutivas la televisión (promedio de 4 a 5 horas), es comparable al de tener sexo, beber licor o apostar dinero. La sensación de bienestar asociada que el cerebro tiene al pasar tanto tiempo en estado de completo relax, pasivamente, recibiendo un montón de estímulos, haría más difícil la puesta en marcha de otras actividades.
Dentro de los múltiples factores que preocupan a los científicos y profesionales de la medicina, se encuentra el riesgo de contraer enfermedades silenciosas como la arterioesclerosis, la diabetes y el sobrepeso. El sedentarismo que se asocia a la compulsión a ver televisión, sería la puerta abierta a estos males.
Si se suma a la pasividad de actividad física al ver televisión, el aumento en las comidas de tipo “chatarra” como frituras, gaseosas y dulces, el riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular, un infarto cardíaco o desarrollar una diabetes, es mucho más alto que en aquellas personas que realizan otras actividades.

                                                                                 
La televisión provoca menor estimulación mental que la lectura. Un estudio demuestra que los sujetos que ven la televisión manifiestan que tienen más dificultades para concentrarse después de un visionado que con anterioridad. Después de practicar deporte o sus entretenimientos favoritos, la gente manifiesta mejorías. Tras ver la TV, las conductas de las personas son casi idénticas o peores que antes.
Las televisiones están en todas partes, pero necesitan no interferir con la calidad del resto de la propia vida. En su fácil suministro de relajación y escape, la TV es capaz de ser beneficiosa a dosis limitadas. Ahora bien, cuando la costumbre obstaculiza la capacidad de interferir el crecimiento, aprender nuevos temas y conducir una vida activa, entonces sí que constituye un tipo de dependencia y, así, debería tomarse muy en serio.

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