viernes, 1 de noviembre de 2013

No juzguéis si no queréis ser juzgados

Nos reímos de las desgracias ajenas, es un hecho. Aquel que es diferente sufrirá de burlas y desprecio. Somos malos por naturaleza. Nos regocijamos en el mal de los demás para así olvidarnos y ocultar nuestras propias debilidades. Mientras haya males ajenos, los nuestros parecerán menos malos. ¿Mal de muchos consuelo de tontos? Mucho tonto hay por ahí suelto. 

No sabemos ni como ni donde estaremos el día de mañana. Quizás lo que hoy nos parece denigrante, rastrero, indigno; el mes que viene sea lo que da sentido a nuestra vida, sea nuestra forma de evadirnos de la realidad, quizás seamos adictos.

Por ello hoy pido un segundo de reflexión, de ponernos en la piel de aquellos que no pueden vivir sin algo, ya sea droga, trabajo, ocio, etc. Eso les da sentido a su vida y por ello, quién somos nosotros para reírnos y ahogarlos más en eso que les consume.

Os dejo un fragmento de el libro "Adicciones: cómo prevenirlas en niños y jóvenes" en donde resume todo lo que he dicho de una forma clara. Espero que haga reflexionar a aquel quien lo lea.

"Tachar al adicto de animal, perverso, satánico, guiñapo y demás puede hacernos sentir superiores a él. Sin embargo, si hacemos una revisión honesta, ¿quién nos asegura que alguno de nuestros seres queridos, amigos, conocidos o bien nosotros mismos, en circunstancias adversas, no podríamos caer en una conducta adictiva? ¿Acaso, ahora mismo y sin darnos cuenta, no dependemos del juego, el sexo, el trabajo, los videojuegos, el Internet, la comida o -un apego más común y  complicado- de otra persona?"

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